Muchos países están experimentando cambios en sus perfiles epidemiológicos, que se manifiestan en el tipo de enfermedades que afectan a sus poblaciones. El Foro Económico Mundial (2010) considera a las enfermedades crónicas no transmisibles como uno de los riesgos mundiales más importantes: las enfermedades respiratorias crónicas, las cardiovasculares, el cáncer y la diabetes causan alrededor del 60% del total de muertes (OMS 2005), de las cuales más del 80% ocurre en países de ingresos medios y bajos (Abegunde et ál., 2007). Más de la mitad de las personas que mueren por este tipo de enfermedades están en etapas productivas de sus vidas, por lo que las consecuencias negativas tienen dimensiones enormes para las familias y la sociedad.
El Perú no es ajeno a esta realidad. Nuestra población atraviesa una transición de factores de riesgo de la salud, al mismo tiempo que vive una transición demográfica, consecuencia del crecimiento económico de los últimos años, la mejora en las condiciones generales de vida, entre otras causas. Las enfermedades crónicas no transmisibles ya están entre las principales causas de muerte y las que generan la mayor carga de enfermedad a nivel nacional. De acuerdo al Estudio de Carga de Enfermedad (DGE-Minsa 2006), en el año 2004 se perdieron más de 3 millones de años de vida saludables como consecuencia de estas enfermedades, lo que representó el 60% del total registrado.
En este contexto, las autoras analizan el considerable aumento de las enfermedades crónicas y degenerativas en nuestro país, con especial énfasis en el cáncer. Además de indagar sobre sus posibles causas y consecuencias, según tipo de cáncer que más afecta a los peruanos, se calcula la brecha que existe entre los costos económicos de prevenir, diagnosticar y tratar el cáncer, y el presupuesto público asignado para enfrentar dicha enfermedad. La información estadística evidencia cómo la brecha se va agrandando con el paso de los años, debido, principalmente, al cambio en el perfil demográfico de la población.
Las proyecciones demográficas del Perú indican que la proporción de personas de 65 años en adelante será cada vez mayor, pasando de 6% en el 2007 a 21% en el 2062. Con ello, la incidencia y la carga de las enfermedades crónicas no transmisibles se incrementarán. En el caso específico del cáncer, la incidencia de los siete tipos de cáncer que representan las causas más importantes de mortalidad en el país, pasará de los 23.065 casos en el 2008 a 83.686 casos en el 2062; es decir, aumentará en 263% en un lapso de cincuenta años.
En estas circunstancias, el sistema de salud peruano debe replantear prioridades, dándole cada vez mayor importancia relativa a las enfermedades crónicas no transmisibles, sin descuidar las infecciosas y transmisibles. Sin embargo, esto no será posible si los recursos asignados al sector salud se mantienen inercialmente. Las proyecciones sobre el costo del cáncer para las poblaciones desprotegidas —que requieren ser atendidas por el Estado—, así como del presupuesto público necesario para enfrentarlo, mostraron un déficit de recursos públicos de alrededor de S/. 194 millones en el 2012, lo que implica que el sistema público peruano financia solo el 42% de los recursos necesarios. Es decir, hay un enorme segmento de la población que no recibe intervenciones de prevención, diagnóstico o tratamiento adecuado; y otro segmento importante que no recibe ningún servicio. Este déficit aumenta hasta alcanzar S/. 531 millones en el año 2050.
Lo anterior sugiere que el gobierno enfrentará serios problemas para satisfacer la creciente demanda de servicios de salud asociados al cáncer, más aun considerando que estas cifras no incorporan las inversiones que deben realizarse para enfrentar las deficiencias relacionadas con la infraestructura, los equipos y los recursos humanos necesarios para atender adecuadamente a la población. Todo esto, sumado a las ineficiencias actuales del sector salud —como la fragmentación del sistema y las debilidades en la focalización de los recursos públicos—, deberán resolverse para hacer más efectivo el gasto.
Los resultados del estudio refuerzan también la necesidad de transitar hacia un nuevo sistema de salud, con modelos de atención basados en la prevención más que en el tratamiento curativo. El desarrollo de estrategias médicas preventivas genera menores costos económicos, en términos de costos médicos y de años de vida perdidos. Los casos analizados de cáncer de mama, cervical y colorrectal son evidencia de la importancia de la prevención y el diagnóstico precoz. En ese sentido, los resultados muestran que, en el caso del cáncer de mama, el ahorro de la detección precoz representa el 63% del costo de tratar la enfermedad una vez que aparecen los síntomas. Esta proporción es de 39% para el cáncer de cuello uterino y 59% en el caso del cáncer colorrectal. De manera agregada, y a nivel nacional, el ahorro económico generado alcanza los S/. 33.806 millones cuando se diagnóstica el cáncer de mama, S/. 1.742 millones en el de cuello uterino y S/. 859 millones en el colorrectal. Es por ello que los protocolos médicos de países de recursos escasos consideran que las actividades de prevención primaria —que modifican estilos de vida y hábitos personales— y de prevención secundaria —actividades de detección precoz del cáncer— son ahorradoras de importantes volúmenes de recursos.
Lo avanzado en el tema de prevención y diagnóstico precoz del cáncer en el Perú es aún muy limitado. Es fundamental que el Estado tome efectivamente la decisión de promover la prevención y el diagnóstico precoz del cáncer y realice las acciones necesarias para lograrlo. En este sentido, el Código Europeo contra el Cáncer establece una serie de recomendaciones que, si se siguen, dan lugar a una reducción sustancial en la incidencia y mortalidad de esta enfermedad, y a mejoras en otros aspectos de salud general (IARC 2008). Siete de los once puntos del código indican las opciones de estilo de vida que pueden conducir a una reducción en el riesgo de desarrollar cáncer, y que deberían ser los puntos de referencia para el desarrollo de programas de prevención primaria. De llevarse estos a cabo, junto con un diagnóstico oportuno de la enfermedad en individuos sintomáticos y la detección en situación de riesgo en las personas asintomáticas, generarían importantes ahorros de recursos y mayor bienestar para los peruanos y peruanas, y para el país en su conjunto.
—————————————————————————————————————