La educación que queremos: tendencias recientes y una visión de futuro

“La principal contribución del capítulo radica en la comparación entre la situación actual y los escenarios propuestos para los próximos 50 años”.
“Se debe crear un sistema centralizado de información de la educación superior que recabe y provea información a los jóvenes acerca de los resultados a los que pueden aspirar en el mercado de trabajo según su elección de institución y carrera”.

Por: Gustavo Yamada y Juan Francisco Castro

En este capítulo se ofrece un panorama completo de la situación actual del sistema educativo peruano (desde la educación básica hasta la superior), así como una visión de futuro ambiciosa pero factible. Para ello, se abarca la problemática del sistema educativo desde dos perspectivas: el acceso y la calidad.

En la última década se observa una mejora significativa en algunos niveles educativos: la culminación primaria, así como las tasas de matrícula y culminación secundaria, han experimentado una expansión de alrededor de 16 puntos porcentuales. A la fecha, 78% de los niños culminan la primaria en la edad normativa y en el caso de secundaria, 59%. No obstante, la matricula inicial y primaria, y la proporción de jóvenes que logran completar la instrucción superior, se han mantenido constantes (alrededor de 50%, 90% y 15%, respectivamente).

Para la educación básica, la medición de la calidad está relacionada con el logro de aprendizajes. Al respecto, la tendencia reciente muestra mejoras, pero los niveles siguen siendo muy bajos. En la primaria, menos de un tercio de los niños tiene el conocimiento esperado para el grado que cursa. En secundaria el problema persiste: según los resultados de PISA 2009, sólo 35% de los niños de 15 años logran aprobar las pruebas de comprensión lectora y ciencias, y sólo 21% lo hacen en el caso de matemáticas. En el nivel superior, por su parte, los bajos estándares se reflejan en la ausencia de universidades peruanas en los rankings internacionales, la pobre percepción por parte de los empresarios acerca de la calidad del sistema educativo superior, y en un persistente 30% de subempleo profesional a pesar del contexto de crecimiento económico.

La principal contribución del capítulo radica en la comparación entre la situación actual y los escenarios propuestos para los próximos 50 años. El escenario “pasivo” utiliza las tendencias de los últimos diez años para proyectar la situación de los indicadores de cobertura y calidad al año 2062. Para el escenario “activo” se proponen distintas aproximaciones. En cuanto al acceso, se propone tener como meta al 2062 lograr las tasas que tienen hoy los países de mayores ingresos de la OECD (Organisation for Economic Co-operation and Development). Esto implica una matrícula inicial de 78%, la universalización de la matrícula y culminación primaria, y cifras cercanas al 90% y 50% para el caso de la secundaria y superior, respectivamente. Para la calidad, en el nivel primario se utiliza un escenario intermedio entre la universalización al 2021 (planteada en el Proyecto Educativo Nacional) y un objetivo menos ambicioso de universalización al 2062. Esto significa garantizar que todos los niños pasen las evaluaciones censales del MINEDU en el 2040.

En el caso de la calidad en la secundaria, se plantea que, para el 2050, todos los jóvenes de 15 años tengan una comprensión lectora y habilidad matemática suficientes de acuerdo con los estándares de la evaluación PISA. Por último, nuestras metas para la calidad de la educación superior se traducen en erradicar el subempleo profesional (como reflejo de que la educación superior responde a las necesidades del mercado de trabajo local) y que, por lo menos, dos instituciones locales aparezcan entre las primeras 200 universidades del mundo (como reflejo de que el Perú ha logrado ser competitivo en el proceso de creación de conocimiento).

Producto de este análisis se ofrece una secuencia de hitos necesarios para que en 50 años logremos estas metas. Dado que el carácter secuencial del proceso de formación conlleva a que los logros estén interrelacionados, partimos del objetivo final: la erradicación del subempleo profesional en el año 2062. Para que el sistema de educación superior sea capaz de atender los requerimientos del mercado laboral en cuanto a formación profesional, es necesario que los jóvenes formados en este sistema cuenten con un conjunto mínimo de habilidades. Esto implica que, por lo menos diez años antes (hacia el 2050), estos jóvenes deberían haber aprobado la prueba PISA. Una implicancia adicional de este escenario es que dicha generación debería haber afrontado con total éxito la evaluación censal de segundo grado unos ocho años antes. Esto último es consistente con la meta planteada para los resultados de la evaluación de segundo grado hacia el 2040.

Para lograr las metas planteadas recogemos un conjunto de prioridades basadas en los consensos ya logrados sobre el tema educativo. En el nivel básico, hace falta reducir inequidades, mediante una oferta coherente e integral de programas de atención a la primera infancia y modelos educativos flexibles ante las diversas realidades del país. Además, es imprescindible aumentar la calidad docente. Esto implica concretar la implementación completa de la Ley de Carrera Pública Magisterial, enfatizando los instrumentos de evaluación de desempeño docente. Por último, es necesario devolver el papel central de la educación a la escuela y el aula, mediante una reforma administrativa y funcional profunda, y un aumento en el volumen de recursos asignados al sector educación bajo un enfoque de resultados.

En relación al nivel superior, hace falta acelerar el proceso de acreditación de la calidad mediante incentivos para la participación de instituciones que contribuyan con la credibilidad y el prestigio del proceso. Por otro lado, se debe crear un sistema centralizado de información de la educación superior que recabe y provea información a los jóvenes acerca de los resultados a los que pueden aspirar en el mercado de trabajo según su elección de institución y carrera. Además, es necesario proveer incentivos para la mejora continua a través de fondos de estímulo a favor de la inversión en calidad por parte de las instituciones. Se debe superar la segmentación entre la educación universitaria y técnica haciendo posible la movilidad (horizontal y vertical) de estudiantes entre instituciones. Por último, hace falta institucionalizar la articulación con la sociedad. Para esto, cabe promover la participación de empleadores y egresados en comités directivos y de carrera, el seguimiento del desempeño de los egresados, y la actividad de investigación y consultoría por parte de los docentes.

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Juan Francisco Castro
MSc. in Economics and Political Science, London School of Economics (Inglaterra). Licenciado en Economía, Universidad del Pacífico. Profesor del Departamento de Economía de la Universidad del Pacífico e investigador del CIUP.

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Gustavo Yamada
Ph.D. in Economics, M.A. y M. Phil., Columbia University (EEUU). Licenciado en Economía, Universidad del Pacífico. Decano de la Facultad de Economía la Universidad del Pacífico e investigador principal del CIUP.

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