En este capítulo abordo el tema del desarrollo de nuevas tecnologías y su impacto en la participación de los ciudadanos en el proceso democrático.
Se parte de la premisa de que los medios de comunicación tienen un impacto muy grande en fijar la agenda pública. Tal como señala Petrova (2010), dado que los políticos toman en cuenta las preferencias de los electores, las corporaciones tienen interés en influir en dichas preferencias y así, indirectamente, en las de los políticos. Un político estará más dispuesto a hacer lo que una corporación quiere, si ese deseo es compartido por la mayoría.
Por otro lado, las personas tenemos pocos incentivos para contrastar esa información —o estar informados, en general— y utilizar dicha información para participar en la toma de decisiones. Este fenómeno se debería básicamente a un problema de externalidades positivas o bienes públicos asociados a la toma de decisiones políticas (Olson, 1965). En palabras menos técnicas, dado que nuestros votos no tienen una gran influencia en el resultado final de las elecciones y este no suele tener un impacto sustancial en nuestras vidas —salvo casos concretos—, no tenemos incentivos para estar informados o participar en el proceso político. Es lo que se ha llamado “ignorancia racional”. Incluso, asumiendo que tuviésemos incentivos, sería muy complicado organizarnos y actuar conjuntamente con otras personas que compartiesen nuestros intereses.
Como correlato de esto, tenemos sociedades con personas desinteresadas e influenciables, sujetas a las decisiones tomadas por otros que pueden participar activamente en el proceso político.
La pregunta que nos hacemos en este breve ensayo, entonces, es si el desarrollo de las tecnologías de la información y el auge de las redes sociales pueden variar este panorama.
A fin de responder la pregunta, planteamos dos escenarios, uno optimista y otro pesimista. El escenario optimista nos dice que los costos de adquirir información y tomar decisiones se van a reducir sustancialmente, lo que debería tener un impacto en nuestra participación política. El pesimista nos dice que los medios masivos van a seguir controlando la información que recibimos, dado que Internet, o bien tiene información muy difusa, o bien solo hace eco de los medios masivos.
En respuesta a esas críticas, señalamos, siguiendo a Benkler (2006), que Internet no es ni muy caótico ni muy concentrado. No es muy caótico porque tiene sistemas de agregación de noticias y filtros que ayudan a destacar la información más relevante. Y no es muy concentrado porque permite producir información a un costo muy bajo.
Otra crítica es que no querríamos que desaparezcan los medios masivos, pues estos representarían un contrapeso para los otros poderes y serían, a fin de cuentas, unos guardianes de la democracia. En relación a esto, primero se pone en duda este supuesto papel de la prensa y, enseguida, se señala que los nuevos medios pueden ser muchas veces un complemento de los medios tradicionales. En varios casos —alguno de los cuales se cita—, los medios no-tradicionales han tenido repercusión en los medios masivos. Es decir, Internet, lejos de ser meramente un eco de los medios masivos, en algunos casos ha mostrado su potencial para complementar el papel de la prensa masiva.
Se termina el ensayo señalando que cada vez habrá más acceso, desde más lugares, con mayor alcance y por más tiempo a tecnologías que hagan más fácil difundir y crear contenido. Esto debería tener un impacto en nuestra participación política, aunque este no será extraordinario. Los incentivos para participar se mantendrán bajos y la prensa seguirá siendo influenciada por los grupos de interés. Así, la conclusión es por optimismo moderado.
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